Por Luis Mattini
Hace unos días, al cruzar la avenida Entre Ríos hacia el Congreso de la Nación mi vista fue herida por el siguiente cuadro: la vereda desierta y sobre ella una fila de horribles entramados de hierro y alambre paralela cubrían en parte esas formidables y hermosas rejas que tiene la fachada del Palacio. ¿Por qué herida mi vista? Porque me inicié hace cincuenta y tres años como herrero forjador, oficio que ejercí hasta los 30 y ello me permite afirmar que nadie puede apreciar mejor que un herrero, la capacidad del ser humano de moldear el hierro con las manos, para producir esa belleza, lograr esas verjas que el público en general apenas aprecia y los profesionales suelen adjudicarle el mérito sólo al diseñador.
Además , esas verjas son extremadamente sólidas, sólo es posible derrumbarlas con un tanque o una gran topadora. ¿Por qué entonces esos enclenques entramados metálicos portátiles que la policía despliega aparentemente para contener a los manifestantes? ¿Qué mejor muro de contención que la verja original? En una recorrida por la ciudad veremos en todo edificio público esos mismos artefactos, incluso frente al formidable Palacio de Tribunales.
Curioso, frente a la sede de las empresas privadas no hay dispositivos preventivos, aun las multinacionales. Esto me llama la atención porque cuando yo era herrero forjador, también fui sindicalista y el grueso de las protestas las hacíamos contra las empresas privadas o las empresas estatales que brindaban servicios públicos que eran muchas. Claro, también es cierto que la “demostración” para “demandar” “reclamar” en “nombre” del derecho era más esporádica, o sea , las acciones eran más activas, valga la redundancia, paro, huelga, ocupación, etc, no se “reclamaba” el derecho, se lo ejercía de hecho.
Bien, cualquiera que tenga una mínima experiencia en manifestaciones y represión de las mismas se da cuenta que esos artefactos metálicos no sirven para impedir el paso de marchas sino para llevarlas por canales determinados. ¿Para qué sirven entonces?
Veamos, en los primeros años sesenta se puso de moda la palabra canalizar, porque cuando se descubrió el carácter “progresista” del peronismo, la mayoría de los grupos marxistas pretendieron “canalizarlo”, los trotskistas con su política de “entrismo”, el PC con la famosa tesis de Codovilla del “giro a la izquierda” del peronismo, los sacerdotes tercermundistas porque no pueden sustraerse a su populismo y, desde luego, finalmente lo que años después se llamó Montoneros, cuya estructura dirigente lo constituían o bien marxistas que peronizaban o bien cristianos y a veces algún peronista.
Pero la vida tiene sus paradojas. La que resultó finalmente canalizada hoy en día es la izquierda. Literalmente en esos “canales” formados por estructuras metálicas para asistir el ejercicio del derecho a protesta, a manifestar, a demostrar en la vía publica. ¿Asistir? ¿asistencia? Si, eso es. No se trata de simple juego de palabras, se trata de que el Estado hoy ejerce una politica asistencialista, por medio de subsidios de diversas especies, magros a nivel de cada persona, pero eficaces como elementos de contención social. Esos artefactos de hierro están, entonces, para canalizar la protesta por lo carriles del Estado de Derecho, trazados por los poderes ejecutivos y custodiados por agentes policiales. En caso de ser necesaria la represión, será ordenada por el Poder Judicial y la ejecutaran tropas de asalto de la policía, los protagonistas detenidos podrán ser juzgados. Eso se llama criminalizar la protesta. Se la utiliza cuando los canales físicos y monetarios se muestren insuficientes para la contención.
O sea. Estamos frente a una modalidad de dominación diferente. Quizás sea exagerado llamarlo nuevo modelo de dominación, pero también es poco preciso hablar de “nueva” derecha. Creo que más justo es decir que la derecha adquiere nuevas formas. Esta formulación tiene la ventaja de dejar ver más claro aún que en estos días la derecha está dentro y fuera del Estado y del gobierno y, en todo caso las diferencias representan matices diversos de intereses o bien mayor o menos inteligencia para la dominación. Por ejemplo, es evidente que la discusión por las llamadas retenciones a las exportaciones es una pelea por intereses y al mismo tiempo deja a las claras que hay un sector —el de los agronegocios— que no comprende que parte de esos subsidios son empleados en la política asistencial que contiene millones de personas que en otras épocas estarían quemando campos de soja, así como durante el cordobazo destrozaban las instalaciones de la empresa xerox.
Por eso es que afirmamos que la izquierda perdió definitivamente su identidad, hasta su razón de ser, cuando compró el mito del Estado de Derecho, como si este fuera parte de su acerbo y no un producto burgués. En esto hay responsabilidad en parte de de algunos exiliados que se vinieron con ese mamotreto bajo del brazo. Otra parte de responsabilidad la tienen los sobrevivientes o descendientes de sobrevivientes que identifican “derechos humanos” con las utopías por las cuales nos jugamos la vida en los setenta. Dicho de otro modo: identifican Justicia con condenar a los militares que ejercieron el terrorismo de Estado. La paradoja es que esa “justicia” se ejercerá con la vigencia del Estado de Derecho, será justicia burguesa. No tiene nada de malo, al contrario, bienvenida sea, sólo que no es por la que lucharon sus padres.
Claro, hay que tener en cuenta que en esta degradación de valores y conceptos, también tiene su importancia el derrumbe del Sistema Socialista Mundial, como ensayos de sociedades superadoras del capitalismo. Y, lo que es para nosotros particularmente doloroso: Cuba, país que a cincuenta años de la revolución más formidable de América después de la mexicana, hoy tiene el 80 por ciento de sus tierras improductivas e importa, nada menos que de los EE.UU, parte importante del ochenta por ciento de sus alimentos, a pesar del bloqueo. Encima políticamente está más cerca de la monarquía que del socialismo marxista.
¿Chavez y el socialismo del siglo XXI? Cualquier argentino de mi edad puede asegurarles que en 1946 Perón, en apenas diez años, que son los que lleva ya el Venezolano, creó un estado de bienestar productivo, una nación que producía prácticamente todo lo que consumía. Con un poco más de modestia se lo llamó “socialismo nacional”.
Si amigos, perdón por mi tono irónico, pero lo que ocurre es muy duro. O dicho de otra forma, vivimos un periodo histórico de especial reacción. Claro, este punto de vista es contradictorio con quienes piensan que en América Latina es diferente al resto el mundo. Sin embargo a excepción de Bolivia, en donde la activa presencia indígena obliga a mirar con otros ojos, en el resto, progres más, progres menos, se vive el post- neoliberalismo….que no es el socialismo, ni siquiera una oleada “democrática” al viejo estilo, sino la forma que asume la nueva forma de dominación. Sin dudas que con mayores o menores talentos según los países, pero todos en la onda de la readaptación del capitalismo.
Volvamos a nuestro nuevo modelo. Las palabras contención y asistencia son claves. Hay que recordar que cuando surgió el capitalismo en la historia, su rasgo fue incorporar a toda la sociedad a la producción; unos como empresarios, otros como obreros hacedores de plusvalía y una minoría como servicios. Quedaba fuera de la sociedad un grupo marginal de “inadaptados” (delincuentes, prostitutas, vagos, linyeras, etc) que se los denominó “lumpen proletariado”. La desocupación era transitoria y estaba destinada a regular el precio de la mano de obra por la ley de la oferta y la demanda. La función del Estado era armonizar el sistema, cuidar que cada clase social hiciera lo que le correspondía de acuerdo a las leyes.
Pero a los largo de los siglos la producción fue requiriendo cada vez menor mano de obra, al punto que hoy en día, los “marginados” no son un grupo de “lumpenes” sino una porción muy grande de la sociedad para quienes el capitalismo actual no tiene lugar. Dicho en forma cruda, están demás. Pero no se lo puede hacer desaparecer, por lo tanto el Estado los debe contener. Para el capitalismo es más productivo reducir la mano de obra a costa de subsidiar el mantenimiento de los desocupados crónicos (planes de contención) que regular los métodos de automatización del trabajo de manera que se mantenga la plena ocupación.
Dicho de otra forma: prefieren pagarles para que no trabajen, eso es, en última instancia el asistencialismo que ejerce el estado que expresa los intereses de ese modelo productivo. Y ese es precisamente el aspecto más irracional del sistema capitalista.
Esto es así y nuestro cometido debería ser intervenir para conocer a fondo y estudiar hasta descubrir por donde enfrenarlo y establecer una resistencia eficaz. Pero ocurre que la mayoría de las organizaciones de izquierda, lejos de combatir el asistencialismo, tienden a afirmarlo. Ocurre en todos lados, pero particularmente en nuestro país lo es a partir del 2001, cuando las organizaciones de izquierda mostraron más temor al “caos” resultante del espontaneísmo de masas que ellas no pudieron liderar, que al orden burgués. Por lo tanto pasaron a colaborar con la burguesía para contener a las masas.
¿Ignorancia? ¿Falta de conciencia? ¿impotencia? ¿Estupidez?...Hay un poco de eso y hasta les doy esa chance…pero no, desgraciadamente estas cosas son las que nos hacen poner en dudas cuando algo es ingenuamente inocente o se trata de franco cinismo. Porque resulta que parece ser bastante sabroso y rentable contar con recursos financieros estatales para organizar marchas disciplinadas (nada de espontaneismo pequeño burgués) uniformadas, embanderadas, marchantes ordenaditos , prolijos y bien vestidos y equipados como niños de una buena escuela, que muestren nuestras fuerzas y capacidad militante… o sea nuestra razón de ser. De manera que ahora el Estado no sólo subsidia la desocupación sino también la cuota del afiliado y hasta la renta del funcionario de partido.
La aún llamada izquierda dejó de ser, insisto, porque la razón de ser de su origen fue la lucha contra el Estado y ahora pasó a luchar contra el gobierno o sea, pasó a ocupar un lugar dentro del Estado, por lo común lugar de oposición porque no le da el cuero electoral par más. Tanto es así que con frecuencia apoya a la “derecha” opositora porque están contra la “derecha” en el gobierno.
Esto referido a la izquierda orgánica, si vemos lo que pasa en la intelectualidad, el panorama es más negro aún, pero los mecanismos y las razones son más o menos las mismas. También el Estado ha logrado al fin encontrarles su precio. Desde luego que hay excepciones, de lo contrario yo no estaría escribiendo esto, ni La Fogata me lo publicaría; somos parte de la excepción.
Más que de excepción convendría hablar de la existencia de otro movimiento cuyo rasgo es la resistencia y la lucha contra el Estado de hecho, sin definiciones ideológicas, a punto tal que en algunos casos ni siquiera se sabe que es una lucha antisistema. Este movimiento de hecho, que carece de centro, lo componen quienes se movilizan para oponerse a aquello que es esencial al modelo productivo actual y que perjudica a la población. (explotación de los recursos, tierra, mares, minería, pasteras y oposición tenaz a todo lo que sea monoproducción) (piénsese que monoproducción es también depender en forma exclusiva del petróleo o del turismo habiendo tierras para garantizar la soberanía alimentaria) Este movimiento apenas se ve, no poque sea chico, sino porque está debajo de la superficie, carece de dirigentes y la TV no lo registra.
Por ahí, por se lado los marxistas deberíamos buscar el sujeto, sin prejuicios ideológicos ni infantiles conceptos clasistas que aún tienen arraigados algunos setentistas de origen pequeño burgués que todavía hablan “de la clase”; de la “conciencia de clase” y hasta del “miedo de clase” (parece ser que el miedo “obrero” es diferente)
Examinar cómo la consolidación de la sociedad posindustrial, o sea de esta nueva faz del capitalismo, desplaza irremediablemente al sujeto “proletario” de su centro. Pero no es que se “amplia” en forma sumatoria y de ese modo la izquierda cree que es ir agregando temas y consignas a los programas (feminismo, ecología, racismo, inmigraciones, biotecnología, etc) No, no se trata de una suma, se trata de un cambio cualitativo que incluye cambios en la centralidad y que supera muchas taras del pasado y nos permite repensar el tema y hasta la propia necesidad de sujeto. También es imprescindible repensar el contenido de las palabras izquierda o derecha, para ver que ya no se trata de una división en cómo se administra un modo de producción, en el sentido del reparto de sus beneficios, sino en cuestionar un tipo de desarrollo productivo que pone en riesgo la civilización. O sea, ahora es una cuestión de vida o muerte. Izquierda pasará a ser todo lo que facilite y se juegue por el desarrollo de la vida.
Por ese camino podemos ver falsas antinomias y evitar el maniqueísmo que pretende que tomemos posición a favor del gobierno o de los agronegociantes con el argumento de frenar a la “derecha”: estamos contra ambos porque ambos son derecha, como hoy debe de ser calificado de derecha todo partido, socialista, comunista, trostkista o cualquier ista, que impulse un modelo de desarrollo que acentúe la monoproducción, y un modelo político que se apoye en la canonización del Estado de Derecho y tienda a infinitas reelecciones en sucesión monárquica. Esa es la no-vida.
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