Debo admitir que me resulta muy dificil de entender y explicar el disparate que acaba de escribir Osvaldo Bayer en “Reflexiones sin demagogia” en la que compara lo sucedido en Alemania en 1946 con Argentina en 1984; esto es, la derrota del nazismo, después de cuatro años de guerra entre formidables ejércitos, cincuenta millones de muertos y media civilización destruída, con la retirada, más o menos en orden, de la dictadura de Videla.
En dicho artículo Bayer |parece desconocer que Nuremberg se hizo bajo la custodia de los ejércitos vencedores y aún así dicho Juicio dejó mucho que desear y con ribetes de colosal estafa. Los únicos ejecutados por crímenes de guerra, antisemitismo y racismo fueron unos pocos nazis, olvidando la colaboración activa de los racistas y antisemitas de los países ocupados por los alemanes. Además no se juzgó a los responsables de los criminales bombardeos aliados sobre objetivos civiles y las bombas atómicas sobre Japón. Para no hablar de los ex-nazis que continuaron en actividad reclutados por la URSS y los EE.UU como técnicos y agentes secretos.
Cierto es que, a pesar de eso, Alemania es la única Nación que, en efecto, hizo un proceso autocrítico, pero Bayer sabe que eso se hizo en la ex Republica Federal o sea en gran parte los socialdemócratas, quienes a su vez cargaban con la responsabilidad de haber asesinado a Rosa Luxemburgo y los espartaquistas el 1919. ¡Oh Paradojas del siglo veinte! en la post guerra fueron mucho mas consecuentes y eficaces para desnazificar que los comunistas.
En cambio el juicio a los militares en Argentina, si bien está lejos de ser lo que seria nuestro deseo, es mucho más de lo que, no siendo vencedores, se pudo hacer, gracias a la tenaz militancia de una minoria. Porque no hay que olvidar que los militares no fueron derrotados por los argentinos, sino por los ingleses fuera del territorio nacional y que el tribunal que los juzgaba estaba rodeado por las armas de los acusados.
Además la experiencia y la edad nos obliga a reexaminar qué grado de disposición había en la mayoría de la población para respaldar la tenacidad de esa minoría militante de los derechos humanos. ¿O nos olvidamos de la verguenza del mundial 78? ¿Nos olvidamos también la concentración de masas borrachas de chovinismo vivando a Galtieri por la invasión al las Malvinas? ¿Cómo es posible que sigamos ignorando el injusto desdén e indiferencia de la población argentina con los ex combatientes, derrotados, famélicos y desarrapados tratados como basura después de haberlos mandado al frente? ¿O creerá Bayer que un “pueblo”, como él dice, (yo prefiero decir en este caso una población, porque se es pueblo sólo cuando se es sujeto), que no había superado semejante frívola ebriedad colectiva, sería capaz de “agarrar las armas” al hipotético grito de un presidente socialdemócrata para defender la democracia? ¿O le habrá creído al Partido Comunista cuando éste le ofreció públicamente a Alfonsin las Brigadas para recolección de café en Nicaragua al mando del “Comandante Mosqueda”, para reprimir a los carapintadas alzados? ¿Tanta fe tendrá Bayer en la Institución Congreso? ¿Y con qué fuerzas pensará que una Bicameral del Congreso de la Nación hubiera podido actuar?
Yo no tengo los 82 respetables años de Bayer, tengo 68, él es de una generacion anterior; tengo mi hermano de sangre desaparecido junto con cientos hermanos de lucha, muchos de ellos de la misma generación que Bayer. De cincuenta años de militancia pasé diez en el exilio, pero no me considero víctima, sino un permanente combatiente libertario, que en su momento empuñó las armas junto al sucesor del Che, Mario Roberto Santucho al que Bayer nunca entendió y, al menos hoy hoy reivindica. Nunca lo entendió a Santucho como sí lo hicieron muchos de sus pares intelectuales y generacionales se jugaron con nosotros, aún siendo a veces críticos: Silvio Frondizi, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Rodolfo Puiggros, Paco Urondo, Alicia Eguren, por sólo nombrar algunos de esa larga lista con los que juntos hicimos la historia de la que ahora Bayer parece querer monopolizar .
Por otra parte muchísima gente en América Latina, y bastante más allá de ella, revindica a La Argentina, como la única Nación que, con los errores y las agachadas de Alfonsín incluidas, y sin el respaldo del Ejército Rojo, metió presos a los militares. O sea que los cultores del Estado de Derecho, como lo es Bayer, al menos en sus escritos, deberían sentirse orgullosos de ello a pesar de las limitaciones del juicio, que por otra parte sigue su labor lenta pero inexorable.
En lo que a mí respecta, opino en cierto modo desde un costado, porque ni yo ni mis compañeros tuvimos como objetivo de lucha meter preso o fusilar a nadie, como no fuera en situación operativa por razones bélicas, sino crear un nuevo contrato social. Nosotros no luchamos por la democracia representativa y el Estado de Derecho, expresiones cumbres del estado burgués; y por eso precisamente, nunca hicimos el ridiculo de “exigirle” a Alfonsín que hiciera lo que hizo el Che Guevara en la Fortaleza de La Cabaña en La Habana.
De allí es que creo que la justicia con nuestros muertos es seguir luchando por ese mundo por el que ellos dieron la vida, por trasformaciones radicales de la sociedad, de modo tal que los déspotas que, con elemental justicia, el aparato jurídico de este Estado, con la ayuda de los hoy amansados organismos de derechos humanos, pudieran condenar y encarcelar, no sean reemplazados por otros déspotas vestidos de civil.
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